Irene Guembe recorrió 174,36 kilómetros de pura determinación y autocontrol
Tres palabras para resumirlo todo Autocontrol. Mental. Resiliencia.
11/3/20253 min leer
De Zizur Mayor (Nafarroa), fondista de ultras y reincidente del formato Backyard —esta de Ibai-ondo fue su quinta participación—, Irene Guembe completó 26 vueltas y 174,36 kilómetros hasta alzarse con la txapela de última mujer en carrera. Un resultado que no solo supera la barrera simbólica de las 100 millas (24 vueltas), sino que confirma una convicción que repite como un mantra: “en estas pruebas manda la cabeza”.
La chispa: una primera vez en casa
La inscripción fue casi un acto reflejo. “Era la primera Backyard en nuestra zona, en Euskal Herria, y quería estar”. Sin objetivo de vueltas escrito en piedra —“si te lo marcas, te paras cuando lo cumples”—, sí admitía una tentación: probarse en las 100 millas. Y una ilusión clara: “la txapela de neskas”. La experiencia previa —cuatro Backyards antes de esta— le decía que podía ser; y fue.
Preparar el cuerpo, educar la mente
Su base es de ultraresistencia: tiradas largas, volumen sostenido. Para Ibai-ondo añadió asfalto y restó desnivel: circuito llano, reglas nuevas. Lo difícil, confiesa, está en la azotea. “Visualicé la carrera y asumí que habría que pelear… y sufrir. Vendrán bajones, pero hay que estar fuerte para darles la vuelta”.
La alimentación fue un laboratorio con bata y cronómetro. Agua marcada —unos 250 cc por vuelta, sin calor—, cero sólidos durante las primeras 3–4 horas (el desayuno cubría ese ritmo) y, desde ahí, “poco pero constante” en cada giro. Si una vuelta comía más, la siguiente descansaba. Resultado: estómago intacto, energía estable. “Me fue bien”.
Dónde duele de verdad
Guembe distingue dos combates mentales. El inicial, cuando “sabes que quedan muchísimas horas” y deseas que la prueba se ponga seria para que la nómina de corredores se aclare. Y el final, esa negociación íntima: “paro, no paro; una vuelta más; me duele… ahora menos”. El sueño lo gestiona, el dolor también, aunque esta vez una cadera protestó: tanta llanura y tanto asfalto, poco habituales en su entrenamiento, pasaron factura. Aguantó.
Objetivos móviles, pacto innegociable
No hubo amagos de abandono; hubo, más bien, una hoja de ruta íntima. Primero, la txapela: llegó en la vuelta 20. Quedaban fuerzas y decidió seguir. Identificó quiénes pelearían hasta muy tarde —Igon e Imanol— y se impuso un pacto: mantenerse hasta eliminar al resto, compartir una vuelta con ellos… y parar. “Es tu meta personal: cuando la cumples, paras”. Era su primera carrera de la temporada y en tres semanas esperaba otra ultra: tocaba hacerlo bien sin destrozarse.
Una comunidad que empuja
En una Backyard se rueda con todos. “La carrera no separa, une”. Vuelta a vuelta, conversaciones, risas, reencuentros y caras nuevas. El público, abundante, fue abrigo en los tramos fríos. “Quedar como última mujer trae unos ánimos especiales que se agradecen y dan una fuerza muy particular”. Y quedó una estampa para el álbum: en su última vuelta, Moisés —vecino y también participante— la acompañó en bici, a modo de cierre. Hablaron de la carrera; él intentó convencerla de seguir; ella, con su objetivo cumplido, disfrutó el tramo final. “Fue especial”.
La txapela y lo que significa
Satisfacción, con un punto de espina blanca: le habría gustado cruzar más vueltas con más mujeres al frente. Aun así, ganar la primera edición suma brillo. “Las primeras veces son especiales: primera edición, primera Backyard en la zona… ESPECIAL”. ¿La dedicatoria? A sí misma. “Estas carreras son una lucha contra tu cabeza. La principal rival eres tú. Estoy satisfecha de haber peleado”.
Lo que queda
Cada ultra, dice, añade herramientas mentales para el deporte y para la vida. ¿Consejo para quien quiera probar? “Deja que te guíe alguien que ya haya participado. Es una ultra, pero no se parece a las carreras habituales: no gana el más rápido ni hay una meta marcada. Tu cabeza será tu principal enemigo: prepara un plan para engañarla”. Y una invitación: probar, porque engancha.
¿Y ahora qué?
Habrá más Backyards. Le gusta el formato. Ya se midió en un Campeonato del Mundo —en La Parra (Badajoz), en un evento simultáneo con otros países— y no hace distingos: internacional o no, si le cuadra, le apetece y le encaja, allí estará. “Cada carrera tiene algo especial”.
Una nota para la organización
Impoluta. Dorsales, recogida, avituallamientos, mesas para los corredores, comida… “Todo perfecto. Enhorabuena”.





