El primer hombre de Buruntzaldea
La mente puede hacer más de lo que crees; por eso hay que estar presente en lo que haces en cada momento
10/28/20254 min leer
Astigarraga (Gipuzkoa) tiene nuevo referente para las largas distancias. Aitor Lizaso Revilla completó 24 vueltas —160,94 kilómetros— en el Ibai-ondo Backyard, un formato que premia la constancia, el control y la cabeza fría. No preparó la carrera de forma específica, ni salió a ganar. Y, sin embargo, ganó. Su relato no es el de la épica desbocada, sino el de la paciencia bien administrada, la amistad y una mente que supo retirarse justo cuando dejó de estar en la carrera.
“Cuanto más lejos pongas el objetivo, más lejos llegarás.”
Un dorsal para correr en casa (y con amigos)
La inscripción fue casi una declaración de intenciones: un Backyard cerca de casa, con amigos, y con un componente solidario. Le sedujo la organización y un circuito que invitaba a sumar horas sin convertirse en un martirio. Tenía una experiencia previa en el formato —“el año pasado probé un Backyard, pero en un circuito muy diferente”— y un objetivo sencillo: disfrutar acompañado. Si el día acompañaba, aspiraría a las 24 horas para rozar las 100 millas; la marca no era el centro, y la victoria, mucho menos. “Ni al principio ni durante la carrera pensé en ganar”, confiesa. De hecho, no fue consciente de la clasificación de Buruntzaldea hasta que se lo dijeron al terminar.
Prepararse sin obsesionarse
No hubo plan milimétrico ni un bloque específico de entrenamientos. Continuó con su rutina de montaña y carrera, confiando en un principio tan simple como exigente: escuchar al cuerpo.
En esa escucha fina se sostuvo su estrategia: ritmo muy cómodo, reserva muscular y caminar cuando convenía. La nutrición siguió el mismo hilo: hidratarse con constancia, picar durante todo el día y respetar las comidas principales a su hora, con el plus reparador de platos calientes al mediodía y la noche. En un formato donde el reloj impone salidas puntuales cada hora, la regularidad se convierte en técnica.
“Intenté reservarme mucho muscularmente. Correr cómodo, caminar a ratos y comer a sus horas.”
El motor invisible: ambiente, lluvia y conversación
El Backyard se corre en solitario, pero se gana en compañía. Aitor lo subraya una y otra vez. El ambiente fue determinante: amigos animando pese a la lluvia, público metido en la jornada y charlas que aligeraban kilómetros. En ese catálogo de momentos, brillan las risas compartidas con Moisés y las “batallitas” con Imanol, un referente para él. “Conocimos a mucha gente y tuvimos conversaciones muy interesantes”, dice, con una espinita: le faltaron horas para hablar más con corredores y organización.
La lluvia, lejos de estorbar, dio textura al recuerdo. Cuando menos lo esperaban, aparecieron muchos amigos a animar. Esas vueltas ―las de la sorpresa bajo el agua― empezaban o terminaban de otra manera.
La decisión de parar (y la de ganar)
En un Backyard, a menudo se abandona por sueño, por dolor o por desgaste mental. En el caso de Aitor, lo decisivo fue la cabeza: “No sé si fue lo más difícil, pero en mi caso, lo que me hizo parar fue que mi mente ya no estaba en la carrera”. Hasta entonces, disfrutó de principio a fin.
Paradójicamente, la emoción más intensa llegó en el corral al completar su última vuelta. Entró muy emocionado, y la sorpresa del premio de Buruntzaldea terminó de desbordarle. “Solo pensaba en relajarme; si no, ni siquiera hubiera podido hablar”. La victoria en la primera edición fue, en sus palabras, “la guinda del pastel” a una experiencia “muy buena y enriquecedora”.
Lecciones que trascienden el cronómetro
De la prueba, Aitor se lleva dos certezas: que la mente es capaz de más de lo que creemos y que estar presente en cada tramo es el verdadero truco.
Para quien sueñe con tomar la salida el próximo año, su consejo no vende humo: “Disfruta del día; en carrera, escucha al cuerpo, guarda fuerzas, come y bebe, y ponte metas cercanas conforme pasen las horas.” Objetivos escalonados, como balizas mentales, para ir construyendo distancia sin desgastarse.
¿Y el futuro? Repetirá. El formato le parece “especial y bonito, ideal para hacerlo con amigos”. Una internacional no está descartada; haría falta preparar la logística en casa y, con Francia cerca, quizá por ahí llegue la próxima aventura.
Agradecimientos con nombre y apellido
Su victoria tiene coral de fondo. Empieza por la familia: Itsaso, Malen, Elene, sus padres y Xabi. Sigue con el compañero de carrera Paul, Loretxu —que no pudo estar—, Oihana e Ibai, Iván, Alberto y Ainara, Barrene, Mai, Borja, Marta, Manu, Ariane, Egaña, Arantzazu, Illarregi… y muchos más, incluidos corredores que empujaron desde dentro: Sergio, Juanjo, Iosu, Tuduri. Cierra con un “mil gracias” a la organización y voluntariado: por el cuidado constante, la seguridad bien gestionada y ese ambiente positivo y animado que sostiene el espíritu Backyard. “La prueba estuvo muy bien organizada, y el respeto por el formato fue impresionante.”
Lo que queda para siempre
Si tuviera que destilar la experiencia en tres palabras, Aitor elige “superación personal, convivencia y resiliencia”. Y cuando busca una imagen que se quede para siempre, aparecen Paul, la gente que conocieron y las conversaciones que, vuelta a vuelta, hicieron más corta la distancia.


